martes, 30 de junio de 2015

XVIII Convenio General de la Industria Química.

Una vez más el convenio como arma en manos de la patronal.


El pasado día 18 de Junio FEIQUE, la patronal del sector, y CCOO y UGT alcanzaban un preacuerdo para el convenio general de la industria química.
A dicho preacuerdo se llega en un contexto de crecimiento del sector que, según declaraciones del propio secretario general de la patronal FEIQUE, afirmaba que “La industria química española cerró el pasado ejercicio con una cifra de negocios de 56.400 millones de euros, un 13,3% más que la registrada al inicio de la crisis en 2007” y prevé “un aumento constante del 4,5% para los próximos años, que afectaría a los diversos subsectores de la química” (1)
Frente a estas previsiones y tras seis meses de reuniones, los resultados de este preacuerdo para los derechos de los trabajadores, son claramente regresivos. Si bien se contemplan unas subidas salariales muy moderadas, que algunos pueden presentar como positivas: de un 1% para el 2015, un 1,5% para el 2016 y un 1,7% para el 2017. Hay que recordar que venimos de una congelación salarial de dos años. En el resto de apartados han prevalecido totalmente las propuestas de la Patronal, que básicamente consistían en introducir todo lo impuesto por las reformas laborales y la reducción de derechos a los trabajadores.
• Eliminación de las limitaciones de la movilidad funcional.
• Eliminación de la retroactividad en la cláusula de garantías salariales.
• Ampliación del capítulo de faltas y sanciones, incluyendo los reglamentos internos de las empresas, en el  apartado de faltas graves.
• Aumento del porcentaje de las horas flexibles a realizar, y reducción del tiempo de su preaviso a cinco días.
• Aumento de la duración de los contratos por obra y servicio, de 3 a 4 años.
• Ampliación del tiempo de plena integración al grupo profesional, en los grupos 3 y 4, de 9 a 12 meses.
• Eliminación del derecho a licencia cuando se trate de consulta medica en centros privados.
Si hemos de hacer caso a los comunicados de los sindicatos, estas negociaciones han estado llenas de tensiones y, en la última fase, a punto de romperse. Si hacemos caso a declaraciones de miembros de la patronal, ha sido todo un ejemplo de profesionalidad, alejado de los estereotipos de lucha sindical y que, en los aspectos esenciales, se cerró con media mañana de discusiones, el mismo día de la firma del preacuerdo. (2)
Pero la verdadera clave para la firma de este preacuerdo está en su subordinación a la firma del III Acuerdo Estatal para la Negociación Colectiva, que semanas antes firmaban las cúpulas sindicales, la CEOE y el gobierno de Mariano Rajoy. En dicho acuerdo, la patronal, tras someter a unos sindicatos en horas bajas, llenos de escándalos, sin capacidad para movilizar a sus bases y alejados de los trabajadores que dicen representar, se establecían las pautas de moderación salarial para los próximos años.
Una rendición incondicional más, que además servía para que el PP mostrara su cara más social prorrogando unas prestaciones con carácter muy restrictivo, del que apenas se beneficiaban unos pocos miles de trabajadores en situación límite, justo unos días antes de las elecciones municipales. Es decir, una foto con los sindicatos a la que recurre el PP siempre que lo necesita.
Todo lo demás es el ritual al que nos tienen acostumbrados UGT y CCOO en las negociaciones de los convenios, con sus plataformas reivindicativas al margen de los trabajadores, con sus comunicados grandilocuentes que vienen a preceder la inminente firma de los acuerdos (3). Y finalmente viene su ratificación en Asambleas, donde la participación brilla por su ausencia, y que son una fórmula que tiene que ver más con la justificación de la firma que con las supuestas mejoras para la acción sindical y los supuestos compromisos de la patronal en temas de responsabilidad social, algo etéreo y abstracto que nunca se traduce en mejoras reales.
Ante este estado de cosas los trabajadores tenemos que asumir nuestra responsabilidad por aceptar un modelo de negociación donde no alcanzamos ni el grado de espectadores, y donde la cultura delegativa sitúa al Convenio como algo ajeno a nuestros intereses; donde cada dos o tres años alguien decide por nosotros cuanto poder adquisitivo vamos a seguir perdiendo, y en que condiciones vamos a trabajar.
Situar la esperanza de cambio en nuestras condiciones laborales fuera del ámbito del trabajo, a través de cambios de Gobierno en las urnas, no es la solución para que ese cambio llegue de verdad. Los trabajadores tenemos que estar al frente de ese cambio y de las movilizaciones que lo hagan posible, a la par que acabemos con el actual modelo sindical, recuperando la esencia del verdadero sindicalismo de clase.
Cambiar esta cultura de resignación en la clase trabajadora y buscar formulas para influir, desde abajo, en la lucha por nuestros derechos, es tarea de los propios trabajadores y de los sindicatos que se reclamen alternativos y de clase. Sólo así se podrán derogar las reformas laborales y recuperar algo de dignidad y democracia en el mundo laboral.

El Prat de Llobregat, a 29 de Junio de 2015


  SECCION SINDICAL CO.BAS     
      DE INDUSTRIAS TITAN